

Nick y yo le dijimos a Sophia que, después de un mes entero de hacer caca en el orinal, podría elegir un premio especial en Target. Y, por supuesto, eligió una muñeca nueva. La obsesión es real.
Mientras pagábamos, la cajera le preguntó a Sophia si iba a una fiesta de cumpleaños. Ambas la miramos con cara de pocos amigos. Entonces señaló la muñeca y le preguntó a Sophia si la había elegido para una amiga.
Sophia seguía con la mirada perdida y le hice saber a la cajera que era un premio por haber aprendido a ir al baño. La mujer me miró confundida, se volvió hacia Sophia y preguntó: “¿Estás segura de que esta es la muñeca que quieres, cariño?”.
Sophia finalmente recuperó la voz y dijo: “¡Sí, por favor!”. La cajera respondió: “Pero no se parece a ti. Tenemos muchas otras muñecas que se parecen más a ti”.
Me enojé al instante, pero antes de que pudiera decir nada, Sophia respondió: “Sí, lo es. Es doctora, como yo. Y soy una chica guapa, y ella es guapa. ¿Ves su bonito pelo? ¿Y su estetoscopio?”. Por suerte, la cajera decidió dejar el tema y simplemente responder: “Qué bien”.
Esta experiencia confirmó mi creencia de que no nacemos con la idea de que el color importa. La piel tiene diferentes colores, al igual que el cabello y los ojos, y cada tono es hermoso.
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