

Mientras limpia la casa de su difunta madre, un hombre descubre una fotografía misteriosa y un secreto familiar enterrado durante mucho tiempo.
Tras el fallecimiento de su madre, Ben Dixon regresó a la casa de su infancia en Texas, no para llorar su pérdida, sino para venderla. A diferencia de la mayoría de la gente, Ben no sentía ningún apego sentimental por la casa. Su relación con su madre siempre había sido tensa, y tras mudarse, apenas se hablaban. Así que, tan solo una semana después de su funeral, contactó con una agencia inmobiliaria y rápidamente consiguió compradores potenciales.
Ben y su esposa, Cassandra, volaron desde Nueva York para conocerlos. Mientras recorrían la casa con el agente, el Sr. Franklin, Cassandra se topó con un viejo álbum de fotos guardado en un estante polvoriento.
—Ben, mira esto —gritó, mientras hojeaba fotos de tu infancia—. ¡Eras un niño tan mono! ¿Hay más álbumes por ahí? De verdad, piénsalo dos veces antes de vender. Este lugar guarda parte de tu historia.
Ben negó con la cabeza. «No tengo muchos buenos recuerdos de aquí. Mamá me mantenía a distancia. Nunca me dijo quién era mi papá, por mucho que le preguntara. Me sentaba solo en los partidos de béisbol, viendo a otros niños con sus padres, y me preguntaba por qué yo no tenía eso».
Cassandra le apretó el brazo suavemente. «Sé que es difícil, pero hizo lo que pudo, Ben. Te crio sola, te dio una buena educación, te ayudó a convertirte en abogado… Creo que te quería más de lo que podía demostrar».
—Quizás —murmuró—. Pero ya es demasiado tarde.
En ese momento, el Sr. Franklin se acercó. «Ya llegaron los compradores. ¿Vamos?»
Cassandra le dedicó a Ben una breve sonrisa. “No hay presión, cariño. Si no te sientes cómodo, no tienes que vender”.
Pero Ben se mantuvo firme. «Ya lo he decidido. Y en cuanto a ese álbum, es solo una caja de recuerdos que nunca compartió conmigo. No lo necesitamos».
—Bueno, me lo quedo —respondió Cassandra juguetonamente—. Nuestros hijos querrán ver cómo eras.
Ben la despidió con un gesto y se dirigieron a reunirse con los compradores. Tras una hora de recorrido y negociación, dieron por terminada la visita y decidieron almorzar.
En el restaurante, Cassandra salió del coche de un salto, sin darse cuenta de que había olvidado su bolso. Por suerte, Ben se dio cuenta.
Y ahí fue cuando todo empezó a cambiar.
Để lại một phản hồi